Así fue. Luego de saludar a los ‘intrusos’ reporteros que fueron a hurgar en su memoria, su abuela lo confirmó. Tímida, pero decidida a contar lo sucedido hace cuatro años, sacó dos deterioradas sillas para juntarlas con las otras dos que había frente a su empobrecida casa.
“Sí, ese es el niño. Uno lo quiere con pena. Ya está aquí, qué vamos a hacer”, cuenta con más ganas de llorar que de seguir hablando sobre el abuso sexual del que fue víctima por parte de su padre su hija cuando apenas tenía 15 años.
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