Felipe Alou, maestro de generaciones, le hizo saber al entonces joven Vladimir que ya Pedro tenía sus rangos y que los mismos no se endosaban. Como en la vida, hay que ganárselos.
“Yo siempre llegaba con Pedro al estadio. Vivía con él y por eso lo hacía. Pero un día llegué tarde a una reunión y me multaron”, dice Vladimir a elCaribe desde su casa en Don Gregorio, Nizao, Baní.
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