“Empecé a ejercitarme, a nutrir mis músculos. En 12 meses ya tenía resultados increíbles, y pasé de pesar 60 kilogramos a 97 en tres años. Todo iba genial hasta que comencé a obsesionarme; me veía más pequeño que los demás y empecé a ejercitarme más y más”, explica a Efe.
Para Ernesto, como para miles de personas que sufren vigorexia, un trastorno mental que distorsiona la imagen que los sujetos tienen de sí mismos, el espejo siempre miente.
“Quienes padecen esta enfermedad se ven muy flacos, con falta de masa muscular y empiezan a realizar mucho ejercicio para mejorar su cuerpo. Su percepción está distorsionada”, detalla la doctora Dunia De Martini Romero.
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