Ese es el diario vivir en esa zona del Distrito Nacional, donde el hedor y el comercio informal se han adueñado del lugar. Adultos, niños y ancianos conviven entre desechos sólidos, y la complicidad minimiza la falta de higiene y contaminación que allí impera.
El objetivo de los vendedores informales es lograr el pan de cada día para mantener a su familia. Al parecer la higiene y la salud de los consumidores no importa cuando de sobrevivir se trata.
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